ESTAMPA CAUDETANA.
UNA JOYA
Ayer, después del medio día, el sol lo dejó por imposible.
Había estado jugando, durante la mañana, al escondite con unas nubes
tontas e, incluso hubo momentos que nos hacía pensar que el verano no
se estaba ausentado ya de la Real Villa de Caudete, así me lo decía una vecina
desde su balcón donde andaba arreglando sus macetas mientras yo hacía lo mismo
con unas planta de pimientos guindilleros que crecen en las jardineras que
tengo en los alféizares de las ventanas que dan a la calle. Pero fue echarse la
tarde encima y desaparecer el sol "por pies" ante la danza que se
traían por el cielo de la Villa unas nubes negras como negros eran los ojos de
“Platero”, (“parecían de azabache”) según nos le describe Juan Ramón Jiménez en
aquel libro tan precioso que lleva por título el nombre de los dos: ”Platero y
yo”. Sólo que, éstas, las nubes negras, además de ser muy oscuras, armaban un
ruido de aquí te espero y que, en la refriega, dejaron caer unos pocos litros
de agua en goterones.
Allí, en la Plaza de la Iglesia, pegado al pretil de la
acera, en el espacio que acababa de dejar libre un coche, frente por frente de
la fuente, la vi. Iba, como cada tarde de esta semana hacia la parroquia
de Santa Catalina para celebrar la Eucaristía a la hora establecida (19,30). En
la torre, las campanas estaban terminando de dar el primero de los tres toques
que preceden a la liturgia eucarística y que, a su vez, indicaban el inicio del
rezo del Santo Rosario, y la vi.
El sol, ya te lo he dicho anteriormente, había hecho mutis
por el oeste muy por encima de los nubarrones negros entrelazados por cintas
luminosas que trazaban líneas caprichosas yendo de unos a otros, cargados de
agua que no terminaban de soltar sobre la Villa y su contorno, pero tampoco se
le echó en falta porque la JOYA, un broche que semeja una bailarina de
ballet, gozaba de luz propia y, gracias a ello, me llamó la atención, y la vi
y, eso que, la pobre, estaba con su parte más bonita contra el duro suelo de la
plaza que, sin duda alguna, sería el causante del apreciable daño sufrido (se
habían desprendido cuatro florecicas con sus piedrecicas). No se la veían las
florecicas, en cuyas corolas tenían engastadas, cada una, una piedrecica que
brillaba, semejando, o porque lo fuera, un brillante. Yo, como no soy joyero,
ni entiendo un ápice de ese tema, no sabría decirte si era buena JOYA o buena
bisutería, si las florecicas estaban engastadas en oro o en oropel. El caso es
que la recogí del suelo y la sujeté en la verja de forja de la ventana de la
casa nº 8 de la Plaza, casi a la altura de los ojos, en primer lugar, para
salvarla de una destrucción segura y, en segundo lugar, para favorecer
que diera con ella la persona que la hubiera perdido.
Allí la dejé. Cuando salimos de la celebración eucarística
las nubes tronadoras habían abierto algunas trampillas y por ellas dejaron caer
una lluvia que molestaba lo suyo. No creo que las personas que usan la acera
para llegar hasta La Lonja habrán descubierto a la “bailarina” que las miraba
desde la ventana porque bastante tendrían en preocuparse de que el agua no las
pusiera como una sopa, por lo que presumo que allí seguirá. Espero que aquella
señora a la que se le desprendió, la JOYA, de su busto, dé con ella.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
17.9.2021. Viernes. (C. 1.372)
P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.
Muy buenos días, P. Alfonso, bonita esa aguja de pecho , que a usted no se le pasó desapercibida, para mostrarla en sus buenos días , para ver si la dueña de ella , puede también poder localizarla . Que tenga un buen día.
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