viernes, 17 de septiembre de 2021

Una Joya.

ESTAMPA CAUDETANA.

UNA JOYA

Ayer, después del medio día, el sol lo dejó por imposible. Había estado jugando, durante la mañana, al escondite con unas nubes tontas e, incluso hubo momentos que nos hacía pensar que el verano no se estaba ausentado ya de la Real Villa de Caudete, así me lo decía una vecina desde su balcón donde andaba arreglando sus macetas mientras yo hacía lo mismo con unas planta de pimientos guindilleros que crecen en las jardineras que tengo en los alféizares de las ventanas que dan a la calle. Pero fue echarse la tarde encima y desaparecer el sol "por pies" ante la danza que se traían por el cielo de la Villa unas nubes negras como negros eran los ojos de “Platero”, (“parecían de azabache”) según nos le describe Juan Ramón Jiménez en aquel libro tan precioso que lleva por título el nombre de los dos: ”Platero y yo”. Sólo que, éstas, las nubes negras, además de ser muy oscuras, armaban un ruido de aquí te espero y que, en la refriega, dejaron caer unos pocos litros de agua en goterones.

Allí, en la Plaza de la Iglesia, pegado al pretil de la acera, en el espacio que acababa de dejar libre un coche, frente por frente de la fuente, la vi.  Iba, como cada tarde de esta semana hacia la parroquia de Santa Catalina para celebrar la Eucaristía a la hora establecida (19,30). En la torre, las campanas estaban terminando de dar el primero de los tres toques que preceden a la liturgia eucarística y que, a su vez, indicaban el inicio del rezo del Santo Rosario, y la vi.

El sol, ya te lo he dicho anteriormente, había hecho mutis por el oeste muy por encima de los nubarrones negros entrelazados por cintas luminosas que trazaban líneas caprichosas yendo de unos a otros, cargados de agua que no terminaban de soltar sobre la Villa y su contorno, pero tampoco se le echó en falta  porque la JOYA, un broche que semeja una bailarina de ballet, gozaba de luz propia y, gracias a ello, me llamó la atención, y la vi y, eso que, la pobre, estaba con su parte más bonita contra el duro suelo de la plaza que, sin duda alguna, sería el causante del apreciable daño sufrido (se habían desprendido cuatro florecicas con sus piedrecicas). No se la veían las florecicas, en cuyas corolas tenían engastadas, cada una, una piedrecica que brillaba, semejando, o porque lo fuera, un brillante. Yo, como no soy joyero, ni entiendo un ápice de ese tema, no sabría decirte si era buena JOYA o buena bisutería, si las florecicas estaban engastadas en oro o en oropel. El caso es que la recogí del suelo y la sujeté en la verja de forja de la ventana de la casa nº 8 de la Plaza, casi a la altura de los ojos, en primer lugar, para salvarla de una destrucción segura y, en segundo lugar, para favorecer  que diera con ella la persona que la hubiera perdido.

Allí la dejé. Cuando salimos de la celebración eucarística las nubes tronadoras habían abierto algunas trampillas y por ellas dejaron caer una lluvia que molestaba lo suyo. No creo que las personas que usan la acera para llegar hasta La Lonja habrán descubierto a la “bailarina” que las miraba desde la ventana porque bastante tendrían en preocuparse de que el agua no las pusiera como una sopa, por lo que presumo que allí seguirá. Espero que aquella señora a la que se le desprendió, la JOYA, de su busto, dé con ella.

 Recibe mi saludo, mis

  ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!

17.9.2021. Viernes. (C. 1.372)

P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.

1 comentario:

  1. Muy buenos días, P. Alfonso, bonita esa aguja de pecho , que a usted no se le pasó desapercibida, para mostrarla en sus buenos días , para ver si la dueña de ella , puede también poder localizarla . Que tenga un buen día.

    ResponderEliminar