ESTAMPA CAUDETANA.
Mi padre había heredado de su madre, de mi abuela Amalia,
una finca lindera con el barrio de la Estación dónde teníamos nuestra casa. Por
entonces el país estaba levantándose, recuperándose de la hecatombe que supuso
el conflicto entre españoles en el primer tercio del siglo pasado y las
comunicaciones fueron un medio de primer orden que coadyuvó al rápido
desarrollo experimentado a caballo de las décadas de los años 50 y 60 y,
mira por dónde, el nuevo trazado de la antigua carretera general de Madrid a
Lisboa, que pasaba por mitad del barrio fue sacada fuera de él lo que
repercutió en la finca de mi padre, pues vino a dividir la finca en dos. La
parte que quedó al norte sería cinco o seis veces mayor que la que quedó al sur
de la nueva carretera.
Mi padre no trabajó nunca la finca, solo se reservaba unos
surcos aledaños a un pozo donde sembraba hortalizas para el consumo de casa y
el resto de la finca que, según el decir de los entendidos, era la mejor de
todo el predio de Oropesa daba unos garbanzos que no eran superados en calidad
ni por los leoneses de la Almunia, ni por los zamoranos y, ni te cuento, por
aquellos que venían de Méjico o de Turquía. La tenía dada a un a un mediero del
pueblo que le pagaba en especie: si un año sembraba cereales, en costales de
cereales y si lo hacía de garbanzos, en sacos de garbanzos. Cuando esto
ocurría, el pasillo de nuestra casa que daba entrada a las habitaciones, al
comedor y a la cocina, se llenaba de sacos adosados a las paredes. La angostura
que producía tanto costal o tanto saco no duraba mucho porque dada la excelente
calidad del producto obtenido en la finca, “eran vistos y no vistos”
desaparecían como por ensalmo, salvo aquello que se reservaba para atender al
gallinero o, en su caso, a la comida de la familia.
En aquella finca había una era donde se trillaba la cosecha.
Y recuerdo que, siendo niño, muchas veces iba yo a la era para trillar las
Parvas que disponía en la ella el mediero de mi padre y en el trillo, sentado
en un taburete y al mando de las riendas conducía a los animales.
En todo eso pensaba yo el sábado por la tarde cuando
procesionaba detrás de las andas, UN TRILLO, de Cristo yacente.
Porque, la imagen iba, precisamente, sobre un TRILLO con las
afiladas piedras de pedernal hacia arriba, allí donde los cofrades del Santo
Sepulcro habían extendido unas defensas para que no dañara la sagrada imagen de
Jesús inerme.
También viajé con el pensamiento hasta el lugar dónde
construían esos TRILLOS que repartían por la geografía nacional, primero en
carros tirados por caballerías y después en camionetas. Llegué en mi reflexión
hasta Cantalejo. Cantalejo es un excelente e industrioso pueblo de la provincia
de Segovia, situado entre pinares resineros, del que nos separaba el Sistema
Central y por el que pasé infinidad de veces en mis viajes de Madrid a El
Henar, un santuario donde se venera la imagen de la Virgen de ese nombre, de EL
HENAR, a cinco kilómetros de Cuéllar del que los carmelitas fuimos los rectores
desde el año 1924 hasta hace un par de años. Uno de los primeros padres que
estuvieron allí fue un ilustre Caudetano, el conocido cariñosamente, en esta
Real Villa con el nombre del padre Luquicas. Y del que, otro ilustre caudetano
que luego sería martirizado en Paracuellos del Jarama, el Beato P. Alberto
Marco Alemán, de la familia de “los Monjo”, ejerció de superior (prior) del
mismo.
Cantalejo está situado en la carretera que une la Nacional 1
con Segovia y Valladolid justo a mitad de camino entre la ruta nacional y la
villa de Cuéllar.
Sí, el sábado hice, en una, dos procesiones. Una detrás de
Cristo yacente situado encima de un TRILLO y la otra, mediante el pensamiento,
hasta mi infancia “montadico”, también, en “un TRILLO”.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
28.3.2022. Lunes. (C. 1.478)
P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.
Muy buenos días. P. Alfonso , vaya, vaya lo que le dió de sí la procesión del Cristo Yacente , pudo recordar toda su infancia y darnosla aconocer. Menos mal que la procesión fue corta , pero a usted le dio mucho de sí. Que tenga un buen día.
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