lunes, 28 de marzo de 2022

El Trillo.

ESTAMPA CAUDETANA.

EL TRILLO
No me había dado cuenta hasta que enfilé por el pasillo central de la parroquia de Santa Catalina, detrás de la imagen de Cristo yacente, portado a hombros por los cofrades del Santo Sepulcro. Pues, al  reparar en el lugar sobre el cual reposaba la sagrada imagen de Cristo, rápidamente emprendí camino a mi infancia.

Mi padre había heredado de su madre, de mi abuela Amalia, una finca lindera con el barrio de la Estación dónde teníamos nuestra casa. Por entonces el país estaba levantándose, recuperándose de la hecatombe que supuso el conflicto entre españoles en el primer tercio del siglo pasado y las comunicaciones fueron un medio de primer orden que coadyuvó al rápido desarrollo experimentado a caballo de las décadas de los años 50 y 60  y, mira por dónde, el nuevo trazado de la antigua carretera general de Madrid a Lisboa, que pasaba por mitad del barrio fue sacada fuera de él lo que repercutió en la finca de mi padre, pues vino a dividir la finca en dos. La parte que quedó al norte sería cinco o seis veces mayor que la que quedó al sur de la nueva carretera.

Mi padre no trabajó nunca la finca, solo se reservaba unos surcos aledaños a un pozo donde sembraba hortalizas para el consumo de casa y el resto de la finca que, según el decir de los entendidos, era la mejor de todo el predio de Oropesa daba unos garbanzos que no eran superados en calidad ni por los leoneses de la Almunia, ni por los zamoranos y, ni te cuento, por aquellos que venían de Méjico o de Turquía. La tenía dada a un a un mediero del pueblo que le pagaba en especie: si un año sembraba cereales, en costales de cereales y si lo hacía de garbanzos, en sacos de garbanzos. Cuando esto ocurría, el pasillo de nuestra casa que daba entrada a las habitaciones, al comedor y a la cocina, se llenaba de sacos adosados a las paredes. La angostura que producía tanto costal o tanto saco no duraba mucho porque dada la excelente calidad del producto obtenido en la finca, “eran vistos y no vistos” desaparecían como por ensalmo, salvo aquello que se reservaba para atender al gallinero o, en su caso, a la comida de la familia.

En aquella finca había una era donde se trillaba la cosecha. Y recuerdo que, siendo niño, muchas veces iba yo a la era para trillar las Parvas que disponía en la ella el mediero de mi padre y en el trillo, sentado en un taburete y al mando de las riendas conducía a los animales.  

En todo eso pensaba yo el sábado por la tarde cuando procesionaba detrás de las andas, UN TRILLO, de Cristo yacente.

Porque, la imagen iba, precisamente, sobre un TRILLO con las afiladas piedras de pedernal hacia arriba, allí donde los cofrades del Santo Sepulcro habían extendido unas defensas para que no dañara la sagrada imagen de Jesús inerme.

También viajé con el pensamiento hasta el lugar dónde construían esos TRILLOS que repartían por la geografía nacional, primero en carros tirados por caballerías y después en camionetas. Llegué en mi reflexión hasta Cantalejo. Cantalejo es un excelente e industrioso pueblo de la provincia de Segovia, situado entre pinares resineros, del que nos separaba el Sistema Central y por el que pasé infinidad de veces en mis viajes de Madrid a El Henar, un santuario donde se venera la imagen de la Virgen de ese nombre, de EL HENAR, a cinco kilómetros de Cuéllar del que los carmelitas fuimos los rectores desde el año 1924 hasta hace un par de años. Uno de los primeros padres que estuvieron allí fue un ilustre Caudetano, el conocido cariñosamente, en esta Real Villa con el nombre del padre Luquicas. Y del que, otro ilustre caudetano que luego sería martirizado en Paracuellos del Jarama, el Beato P. Alberto Marco Alemán, de la familia de “los Monjo”, ejerció de superior (prior) del mismo.

Cantalejo está situado en la carretera que une la Nacional 1 con Segovia y Valladolid justo a mitad de camino entre la ruta nacional y la villa de Cuéllar.

Sí, el sábado hice, en una, dos procesiones. Una detrás de Cristo yacente situado encima de un TRILLO y la otra, mediante el pensamiento, hasta mi infancia “montadico”, también, en “un TRILLO”.

 Recibe mi saludo, mis

           ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!

28.3.2022. Lunes. (C. 1.478)

P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.

1 comentario:

  1. Muy buenos días. P. Alfonso , vaya, vaya lo que le dió de sí la procesión del Cristo Yacente , pudo recordar toda su infancia y darnosla aconocer. Menos mal que la procesión fue corta , pero a usted le dio mucho de sí. Que tenga un buen día.

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